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ESPAÑA, ¿TODO A CIEN?

Las hordas de extranjeros empiezan a invadir nuestras calles y playas. Ingleses, franceses, alemanes, italianos, norteamericanos, rusos… Este verano se espera una masiva presencia de turistas en nuestro país, según anuncian con una sonrisa todos los indicadores.

En lo que llevamos de año se ha registrado un constante incremento de turistas, con Cataluña y Canarias como destinos preferentes. Sin embargo, es la Comunitat Valenciana el territorio que ha experimentado el crecimiento más espectacular, al sobrepasar el 20% de incremento de visitantes respecto al año anterior hasta la fecha. Sinónimo de este optimismo son las importantes compras de vehículos realizadas por las empresas de rent-a-car o el aumento del 13% que se augura en las contrataciones temporales.

A pesar del tradicional maltrato que sufre la industria turística en nuestro país, este sector se convierte una y otra vez en el motor económico que da lustre a las cuentas anuales nacionales (y a las autonómicas). Las crisis en destinos competencia de nuestro país, como Túnez, Turquía o Egipto, los precios del crudo, que hacen más asequibles los billetes de avión, y cierta recuperación del turista interno, es decir, que los españoles disponemos de nuevo de cierta capacidad de gasto para el verano, son algunos de las causas de este escenario positivo. Es necesario prestar atención a las seguras consecuencias del Brexit en la capacidad de gasto de los turistas ingleses, con la depreciación de su moneda, aunque no parece que en esta temporada veraniega lo vayamos a notar en exceso.

Todo ello lleva a pensar que, como de costumbre, son más las circunstancias externas las que favorecen la competitividad de nuestros destinos que nuestra propia intervención en los mismos. Resulta enormemente paradójico que siendo España una de las más importantes potencias mundiales en el sector turístico, la industria con mejor salud y mayor músculo de la Comunitat Valenciana, se adolezca de forma tan evidente de una gestión turística al mismo nivel. Este año vamos a sobrepasar de largo los setenta millones de turistas y nadie ha tenido en cuenta la capacidad de carga. Tanto en el ámbito público como en el de las empresas se trabaja con deficiente planificación y con instrumentos que funcionaban en la época del destape. Las oportunidades que perdemos cada segundo que pasa es algo que pagaremos en un futuro más o menos cercano. Esos destinos que ahora batimos, su producto estrella es el de sol y playa. En cuanto consigan garantizar cierta estabilidad van a ser mucho más competitivos que nosotros.

Necesitamos incentivar la complementariedad de productos, la trasversalidad y la innovación. Fortalecer nuestra riqueza y calidad de oferta. Disponemos de recursos de alta potencialidad como nuestra desaprovechada estructura náutica y podemos llevar más allá de la excelencia nuestros productos gastronómicos y culturales. Sin embargo, no lo acabamos de hacer.

Es indispensable una reflexión seria sobre qué turismo deseamos. Debemos decidir si convertirnos en un país de camareros y en el todo a cien de Europa o en el gran destino conocido por su excelencia y saber hacer, además de por su atractivo