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El Turista Sostenible. El que todos los destinos quieren conseguir.

Protagonista absoluto de la actividad económica, es imprescindible que se implique para lograr los objetivos de desarrollo sostenible.

Por Miguel Llopis. Socio de Amundsen.

La sostenibilidad sólo se comprende desde la implicación de todos los actores que participan en la actividad turística. El gestor del destino, las empresas del sector, la ciudadanía y, por supuesto, los turistas. 

Lo cierto es que la irrupción del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, financiado con fondos de la Unión Europea, ha revolucionado por completo a los destinos de todos los tamaños y tipos. Lo cierto, también, es que la mayoría se han lanzado a encajar inversiones pendientes de todo tipo, tratando de integrarlas en el marco amplio de la sostenibilidad. Poco a poco, esta situación va cambiando, y se comienza a vislumbrar una conciencia más centrada y una estrategia de desarrollo realmente enfocada hacia los principios y fines de la sostenibilidad, que pueden resumirse perfectamente en los ya famosos ODS de la Agenda 2030.

Pero vamos a lo que vamos. ¿Qué papel juega el turista en todo esto? 

Como protagonista y cliente, toda la actividad se dirige a la captación, atención y satisfacción del visitante, y corresponde al gestor de destino y al sector desarrollar las estrategias y las infraestructuras y servicios necesarios para cumplir este axioma, atendiendo a los principios de sostenibilidad. Sin embargo, el impacto que causa el turista en su actividad de ocio va más allá de las medidas que puedan implantarse para corregirlo. Es necesaria su implicación y compromiso: 

Usando el transporte público en lugar del vehículo privado, siempre que sea posible. La bicicleta es un medio cada vez más utilizado que requiere, eso sí, de infraestructuras adecuadas para su empleo seguro. Si se usan patinetes u otros medios de movilidad individual, es necesario informarse de las normas.

Moderando el consumo de agua en establecimientos hoteleros. Esto incluye el uso responsable de menaje, toallas y demás, para reducir los lavados. Otros recursos, como duchas o lavapiés de playa, o fuentes públcas, deben ser utilizados con tacañería.

Respetando los espacios y recursos naturales, incluyendo las playas. No se trata sólo de no ensuciarlos, sino de atender al principio no dañar. Es decir, caminar por los senderos, no estorbar a la fauna ni arrancar o pisar especies vegetales. Observar, pasear y disfrutar. No está de más interesarse por las dinámicas de los ecosistemas y su interacción con la economía tradicional de los pueblos.

Interesarse por la cultura local más allá del patrimonio arquitectónico. La lengua, las tradiciones, las fiestas, son parte de la riqueza a preservar. No está de más leer un poco e informarse sobre el destino antes de viajar. La experiencia será más completa y agradable, y nos sentiremos más integrados.

Potenciar el comercio local y adquirir productos de la zona. Ya sea en artesanía o alimentación, cada territorio ofrece lo mejor de sí mismo, y comprando productos locales se fija la población y se garantiza que el turismo repercute en empleo de calidad.

Disfrutando de la gastronomía local. No está de más interesarse por la procedencia de los productos de las cartas y menús de los restaurantes para degustar aquellos que son más cercanos. Cuanto más cerca, menos CO2 ha generado el alimento. Si además viene de producción ecológica o al menos, producción integrada, mejor aún.

Emplear los recursos energéticos con moderación y sentido común. No es tan raro que dejemos el aire acondicionado encendido, o la calefacción, si es invierno, para que a nuestro regreso al alojamiento (especialmente en apartamentos o alojamientos rurales), esté fresquito o calentito. Apagarlo por completo, o dejarlo a una temperatura de mantenimiento que garantice un consumo menor. Por supuesto, cerrar ventanas y puertas para mantener la temperatura, que no está la cosa para ir malgastando energía.

Evitar la contaminación sonora. Música, gritos, ruidos… a cualquier hora del día, molestan. Por la noche, más aún. 

Son unos consejos sencillos, casi de sentido común, que harán que el turista disfrute mucho más gracias a una experiencia más inmersiva y enriquecedora, al tiempo que colabora con el desarrollo económico, social y ambiental del destino elegido.